Se ha vuelto común escuchar entre conocidos los cambios de hábitos de consumo: “La despensa llegó a mi domicilio”; “Pedí comida por la aplicación”; “Compré un sillón por internet”; “Compré la comida de mi mascota y llegó al domicilio el mismo día”; “Realicé las reservas de mi viaje en línea”; “Pagué el agua, luz y predial en la página web”; y muchas experiencias más, sobre la compra de productos y servicios derivado de los avances en el e-commerce.
Esta forma de consumo, ha tenido un mayor impulso desde el inicio de la pandemia, ya que, precisamente para evitar el contacto entre las personas, el e-commerce ha logrado cubrir las necesidades de los consumidores sin tener que salir de casa.
De acuerdo con el Reporte “Venta Online 2021”, elaborado por la Asociación Mexicana de Venta Online (AMVO), el comercio electrónico en México alcanzó los 316,000 millones de pesos en 2020, obteniendo un crecimiento de 81% en comparación con el año anterior, y representa el 9% de las ventas totales al menudeo.
Cada vez son más los comercios que ofrecen su servicio en línea. Antes del 2020, los negocios ya se planteaban la necesidad de poder ofrecer al cliente un servicio que estuviera a su alcance sin tener que salir, o incluso, sin tener que realizar una llamada. Pero, con la contingencia, los negocios tuvieron que realizar la transición de un día para otro, para evitar estar en desventaja con la competencia, o incluso, para evitar el cierre de los mismos.
Actualmente se advierte claramente cómo las apps sustituyen las actividades que de manera física se realizaban de forma cotidiana. Existen muchas aplicaciones que ofrecen el servicio con un costo de envío y la mayoría de las veces es menor si se compara con el pago del estacionamiento en el establecimiento, la gasolina para el traslado y las propinas. Y a cambio, lo que se obtiene es la optimización del tiempo de las personas utilizándolo para realizar otras actividades.
Por mencionar algunos de los cambios que se han observado en el e-commerce, están las distintas promociones y descuentos que se encuentran por internet, y que, aun tratándose del mismo establecimiento, no se ofrecen en los puntos físicos, lo que contribuye al ahorro en el presupuesto familiar. Otra ventaja para el consumidor es que, a través de los buscadores por internet, se pueden comparar los precios de un producto en diversos establecimientos, evaluar las promociones y descuentos e identificar los medios de pago que son accesibles para los clientes.
También es una forma de incentivar el consumo a través de campañas como Hot Sale y el Buen Fin en las que cada año aumenta el número de participantes. La edición Hot Sale 2021 generó $18,557 millones de pesos (+15% al compararlo por mismo número de días vs 2020).
Para las empresas el comercio electrónico les representa valor agregado, como es la múltiple publicidad que adquiere el negocio a través de Redes Sociales y las mediciones de los Indicadores sobre el comportamiento de consumo, que les ayudan a lograr mayores ventas.
Por otro lado, aún siguen existiendo inseguridades de comprar en línea por parte de los consumidores, como arriesgarse a un posible fraude electrónico, falta de confianza para compartir datos bancarios o personales por internet, temor a equivocarse en elegir mal un producto, o incluso, por falta de conocimiento técnico para realizar la compra.
Sin embargo, mientras mayor sea el entendimiento del tema, ya sea sobre cómo detectar páginas seguras con las validaciones reconocidas por la autoridad, el uso de tarjetas digitales que ofrecen los bancos del país, y perder el miedo a la tecnología para lograr hacer las compras desde una computadora o móvil, ayudarán a que la forma de consumir se vuelva más práctica. De acuerdo con un documento realizado en colaboración con Netrica by GfK, y Netquest se señala que “casi siete de cada diez compradores declaran estar satisfechos con sus compras por internet”.
En la actualidad, el e-commerce es un medio común de consumo y está al alcance de todos, solo es cuestión de animarse para probar sus beneficios.
Nota original en El Economista